A ver si te resulta familiar, bajas los precios para intentar reparar la situación, bajas la calidad de la comida para intentar sacarle rentabilidad, descuidas tus procesos de elaboración, los clientes lo notan y no repiten. O quizás dedicas muchas más horas de tu tiempo para compensar las pérdidas, haciendo que tu trabajo pierda valor, después te quedas con la sensación de que estás regalando tu tiempo y esfuerzo para conseguir poco e incluso perder mucho. Además, tienes que ir a toda prisa, no puedes dedicar el tiempo que quisieras, recortas o eliminas casi por completo el tiempo dedicado a la investigación o la creatividad que tanto valoran tus clientes, y no haces más que ir apagando fuegos para poder sobrevivir, con el consecuente estrés y ansiedad que ello provoca. Te sientes frustrado, tu producto no está a la altura y acabas pensando que no vales para ello.

Yo no quiero que llegues a esta situación, regales tu tiempo, bajes tus precios y te sientas frustrado. Y es que no podemos quedarnos esperando a que los clientes aparezcan si no transformamos nuestra manera de trabajar.

Sí, tienes un negocio, sí, eres el dueño, sí por supuesto que conoces tu mundo. Pero eso no significa que debas cargar con todo. Como dicen, un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y por ello es nuestro deber ser proactivos y valientes, hacer cambios en nuestra manera de vender nuestro producto para mostrar el valor que podemos ofrecer y llegar a los clientes que de verdad nos necesitan y valoran.  Yo también quiero que los clientes valoren todo el trabajo que hacemos, el esfuerzo que hay detrás y salgan contentos por la puerta, y, sobre todo, vuelvan y nos recomienden.

¿Te acuerdas de lo de divide y vencerás? Es aquí donde tú puedes traspasarme muchas de esas responsabilidades, si las compartimos juntos, pesan mucho menos y tus clientes lo notarán ¡y tú en tus beneficios!